domingo, 20 de marzo de 2011

lupita confunde prisa con brisa

Y va y me dice que le disculpe el olor, que no le gusta como huele, que huele a detergente; no dije nada, pensé que era una estirada; momentos antes había coincido en la sala con la señora de la limpieza y agradecí lo bien que olía a limpio recordando que todos los días tengo que baldearme con olor a leche agria, olor a verduras pasadas, con olor a almacén mohoso mal disimulado con olor a vainilla, a limón o a brisa marina según la varilla olorosa que encuentre primero; el olor se incrementa a medida que crece mi bandeja de pendientes y la prisa me impacienta, me reta, me deja contra las cuerdas, y ahí, ahí, ahí, ahí es cuando el aire se vuelve acre del todo, irrespirable.

Cuando entraron los parados en la sala de formación pensé que la estirada era yo. Solicitar de buenas formas, o de malas, o por escrito, o con denuncia municipal al dueño del local vecino que revise el extractor y que acabe quejándome del olor a desinfectante tiene muchas más probabilidades que un curso del inem de 15 horas le proporcione un trabajo digno a alguien, ni siquiera como limpiador de extractores o de salas de formación.