miércoles, 17 de diciembre de 2008

lupita multiplicada por tres


Hace año y medio que vive en Bélgica. Ahora entiendo muchas cosas, sobre todo la ausencia de noticias. Llegué a creer que se lo había tragado la tierra. Su casa está en venta desde hace tiempo. Llamé a la inmobiliaria y volví a verla, estaba igual, no llegó a amueblarla totalmente, los visillos que aún perduran y proporcionan cierta humanidad, los del pequeño balcón, estaban ya cuando compró la casa; no encontré las plantas de flores de jazmín que le regalé. Todos los días paso por delante del portal, antes sentía una especie de ligera inquietud por la posibilidad del encuentro inesperado ahora, perdida la probabilidad, siento el vacío de los recuerdos.

Hace cuarenta y cuatro años que vive en las nubes. Las ve pasar a menudo porque el viento las mueve continuamente de un sitio a otro. Nunca son las mismas aunque él cree que sí. A veces, por suerte o por desgracia, llega a tocarlas, a olerlas, intenta modelarlas con suavidad, con el ánimo contenido y el aliento febril, pero siempre se le escapan porque las nubes no son algodón dulce, son un gas inflamado y su ambiente es el aire cambiante y caprichoso. Para complacerle me pongo alas y vuelo un poco pero acabo cayéndome estrepitosamente al suelo. Él, que sí sabe volar, me mira desde arriba con tristeza cuando me quejo de las heridas.

Hace doce años que vive en el útero de su ex-mujer. Los últimos dos imaginando que sigue buceando por él. Creyó que uno más uno es uno y ahora se empeña en que dos menos uno es cero, nunca le fueron bien las matemáticas, entiende mejor las parábolas, las muy sencillas, las de final abierto, para adaptarlas mejor a su inexistente modelo ideal de vida inventado, en el que los dos sabemos que no tengo cabida. Sin embargo le creo cuando reivindica que intenta aprender a sumar, va despacio, está en que uno más uno son once. Los úteros femeninos siempre han sido un mar de confusiones pero él insiste porque sólo en ellos se encuentra seguro.

Hace siete años que tengo un amante. Nos conocimos antes de que yo me casara y formase una familia, él también se casó y tuvo dos hijos. Nos volvimos a encontrar y a reconocer. Está divorciado y yo sigo casada. Tiene una novia y yo un marido que me sopla plumas y algodón para volverme nube. Hace tres años conocí a un extranjero, me enseño muchas cosas pero no me explicó como se hace para seguir queriendo.

lunes, 24 de noviembre de 2008

lupita se llama Laura

Me llamo Laura y tengo ocho años. Vivo en mi casa con mi madre y con mi hermano que sólo tiene dos. Antes también vivía mi padre con nosotros, pero desde el verano él vive con los abuelos. Los días que tengo clase me levanto pronto y voy al colegio en autobús; me lleva a la parada mi madre y luego también lleva a mi hermano a la guardería, luego se va a trabajar; es enfermera. En clase aprendo lo que me enseñan y me lo paso bien porque están mis amigos. Casi siempre dibujamos, escribimos o leemos. Ahora estamos aprendiendo otras culturas, hoy nos ha tocado Egipto por eso he llevado unos fotos de pirámides y del desierto que mi padre ha sacado por internet. Como en el comedor del colegio, no está mal, aunque preferiría comer en casa. Algunas veces, de sorpresa, mi padre viene y comemos juntos, vamos a un chino porque a mi me gusta mucho y a él también, pero normalmente como en el comedor; hoy hemos comido lentejas, pescado y un yogurt. Mi padre trabaja en una fábrica y casi nunca puede venir. Estoy en el cole hasta las cinco. Mi abuela viene a buscarme al autobús porque mi padre y mi madre no pueden venir. Mi abuela viene con mi hermano y con la merienda. Depende del día que sea me lleva adonde tenga que ir. Hoy es martes así que hoy a inglés. Los jueves voy a catequesis y los lunes y los miércoles a multideporte. Tengo que saber lo que me toca porque desde la mañana lo llevo todo en la mochila y si olvido algo es un lío y mi abuela se enfada mucho conmigo. Después viene mi madre y me lleva a casa. Casi siempre tengo que hacer deberes, antes los hacía con mi padre, pero ahora ya puedo hacerlos sola. Cuando mi madre me lo dice le ayudo a hacer la cena o sino cuido a mi hermano que es muy pequeño y siempre me está siguiendo, llora por cualquier cosa, quiere todo lo que yo tengo y se lo tengo que dar. Los viernes es diferente, mi padre viene a recogerme al autobús y vamos a casa de mis abuelos. Antes los viernes jugaba en la plaza con mis amigos pero ya no. Desde el verano mi padre vive con sus padres así que yo vivo en dos casas, en la mía y en la de ellos. En mi casa tengo mi cuarto y mi hermano también, pero en la de mis abuelos no. Mi hermano como es pequeño duerme con mi padre y yo duermo en una habitación que es una sala; a la noche el sofá se hace una cama, y duermo ahí. Algunas noches me levanto y mi padre me deja dormir con ellos, pero pocas veces. No me importa vivir con los abuelos aunque prefiero mi casa porque ahí tengo todas mis cosas. Antes si quería algún juguete o cualquier cosa le pedía a mi padre que fuésemos a buscarlo a casa porque está muy cerca, pero a él no le gustaba mucho creo, esperaba en el portal, yo subía y bajaba lo que quería. Ahora si se me olvida algo no lo pido porque creo que no le gusta, así que tengo que acordarme de todo lo que voy a querer para el fin de semana sino me aguanto y espero a que venga mi madre. Esto es lo que hago de lunes a viernes, los fines de semana suelo jugar más.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

lupita constipada

Quisiera quitarme las lágrimas
como si me sonase la nariz
Dejarlo todo en un pañuelo de papel
y en un gesto sencillo
echarlo a la basura
con tranquilidad
Quisiera tomar los analgésicos correspondientes
y sentir el pecho despejado
para poder respirar

miércoles, 15 de octubre de 2008

lupita por lorca

Blanca luna
burbuja de sol
manca amante
te mira alegre.

En noches así
te recuerdo y
te veo, mujer
al otro lado
del ojo celeste
de la noche

jueves, 9 de octubre de 2008

lupita cree que las palabras son imborrables

El guardián de versos despierta cuando cae el sol. Pasa los anocheceres hurgando en todas las basuras del mundo, pero sólo le interesan las palabras. Las encuentra en periódicos, en libros desechados, en cartas, en manuscritos, incluso en facturas. Utiliza cada frase de amor, cada separación, cada nombre o cada demanda, como si se tratase de su propia historia. Cree que las palabras deben mezclarse como retazos de versos para renacer en la imaginación de los hombres. Es un poeta y un soñador; es un creador de sueños.

Vuelve con su botín cuidadosamente guardado en los bolsillos, en las manos; lo esparce en su mesa y lo selecciona. Escribe las palabras elegidas en una pizarra; palabras cotidianas convertidas en poesía: gafas, botella, araña, cepillo de dientes, cocodrilo... Sólo permanecerán escritas el resto de la noche, al amanecer las borra. Palabras con colores, a veces en rojo, a veces en azul o en verde, a veces en verde y azul. Palabras sugerentes, dulces, bulliciosas, traviesas, atrevidas, que te transportan al espacio, a visitar las estrellas y la luna, a veces incluso hasta el sol. Palabras sonoras como trompeta o rimbombante, de las que te hacen canturrear. Inquietantes como fantástico, grietas o muerte inevitable y sientes el miedo de encontrarte casi exhausto en una tormenta de arena o en una galerna en alta mar. Palabras que enamoran y que te hacen valiente o melancólico. Al amanecer, borra las palabras que ha escrito con letras confusas y en renglones torcidos; palabras concretas o con mil significados; palabras claras, brillantes y escogidas, directas a provocar sueños en el patio de recreo que es la imaginación. Borra palabras y regala su pasión por ellas, la suya de siempre y la que inventa cada día; cree que la pasión regalada no se pierde, se multiplica.

Algunos soñadores, al despertar, recuerdan sus sueños y piensan historias llenas de palabras imborrables. Así surgen los titiriteros, los trovadores, los cantores, los cuentistas. Los que eligen las palabras más hermosas acaban convirtiéndose en poetas.

martes, 23 de septiembre de 2008

lupita conoce a un tipo afortunado

Eres un tipo afortunado. Aparte de otras muchas cosas tienes dos compinches inseparables e incondicionales a tu disposición. Son dos animales nada serviles ni domesticados, en realidad son bastante salvajes pero muy gentiles, corteses y cuidadosos contigo. Uno de ellos en una simpática, divertida y potente serpiente de nombre musical: Kundalina, acude rauda a ti cuando necesitas serenidad para tu espíritu y te brinda paz y alegría (te hace cantar) El otro es un pájaro arrollador y vigoroso, te proporciona firmeza y creatividad, pronostica éxito seguro sólo con invocarle (te hace bailar), su nombre es sonoro y contundente, es tu Ave Fénix. Ambos son tu energía. Un dato a tener en cuenta: eres un tipo afortunado, estos dos comodines están en tu interior.

martes, 16 de septiembre de 2008

lupita en el garaje (tercera parte y fin)

Hace más o menos un mes Herman vio a Ernesto pintando. Le resultó chocante encontrar a alguien ensimismado ajeno a lo que ocurría a su alrededor, pintando tranquilamente en el garaje. Se acercó con curiosidad y descubrió que el cuadro inacabado representaba a un joven tocando el clarinete entre nebulosas azules y pinceladas ocres, la figura tenía su cabeza alborotada de rizos oscuros y los ojos cerrados y transmitía esa serenidad del que sabe escuchar en su interior y transformarlo en armonía musical, o eso le pareció, o eso es lo que él esperaba alcanzar de si mismo, y se descubrió gratamente reflejado en el lienzo.
Después de intercambiar unas palabras cordiales intercambiaron también miradas de reconocimiento mutuo, a Herman le pareció que tenían algo en común, algo que Ernesto ya sabía desde que le había contemplado varias noches tocando y le había elegido como modelo de su próximo cuadro. Ahora pinta sonriente con sonido de fondo de notas serenas y apacibles de clarinete, aunque a ambos les cuesta concentrarse del todo en sus respectivas aficiones y en más de una ocasión han preferido conversar olvidándose un poco de sus pasiones artísticas y descubrir juntos otras afinidades comunes.

miércoles, 23 de abril de 2008

lupita y Ernesto su pintor (hay tercera parte...)

Ernesto pinta en su garaje desde hace tres años, desde que se traslado a Madrid de su Soria natal. Es asesor de una entidad financiera. Cuando llegó alquiló provisionalmente un apartamento céntrico, pequeño, aunque tan cercano a su oficina que acudía cada mañana andando, un placer que sigue disfrutando aún, y que ha hecho que su vivienda provisional haya pasado a ser permanente. A sus 32 años se considera a si mismo un afortunado y trasmite esa serenidad que sólo algunos son capaces de sentir y de vivir. A Ernesto le gusta contemplar, algo tan sencillo como mirar tranquila y pausadamente una cosa o una situación hasta llegar a apropiarse de ella. Algo tan sencillo y sin embargo tan raro. Es atrevido porque llega incluso a transformar la realidad que se percibe a simple vista en una realidad personalísima que devuelve siempre en forma de cuadro. Ernesto es pintor en sus ratos libres y su cabeza se organiza con imágenes.
Ernesto no tiene coche. Conducir en Madrid le resulta caótico y sus visitas cada vez más esporádicas a su Soria natal prefiere realizarlas en tren; le permite recrearse durante el viaje en los paisajes conocidos pero siempre cambiantes al mismo tiempo. Además el gesto de levantar el brazo para parar un taxi un día de lluvia abrigado con su gabardina color marfil le transporta a viejas películas clásicas que siempre le hacen sonreír, puede llegar a reír abiertamente incluso cuando el taxi pasa de largo y a echar una carcajada cuando le para. Ernesto no tiene coche pero tiene garaje. En el edificio donde vive también alquilan parcelas espaciosas. Sus necesidades de garaje son diferentes a los habituales, no tiene problemas con las columnas ni con el número de maniobras y cuando descubrió una parcela con ventana, con la suficiente luz natural como para no necesitar luz eléctrica se interesó de manera inmediata; a través de la ventana se ve un limonero en flor plantado en el patio interior cuyo techo es el cielo y supo con certeza que ése iba a ser su sitio para pintar, su estudio privado y a la vez abierto. Pintar es su pasión pero pintar en casa es incómodo sobre todo por el espacio reducido y también porque le gusta tener un sitio para cada cosa, le gusta salir de casa y dirigirse a pintar, le predispone bien. Bajar al garaje es perfecto. En un armario guarda sus bártulos, lienzos, pinturas, barnices y caballetes, tiene una mesa de madera plegable que le permite organizar cada cosa. Resueltamente disfruta de esos momentos de abstracción.. Sobre todo los sábados a la mañana va a su garaje, enciende una vela y se prepara, todo un ritual, y empieza a pintar mirando hacía la ventana, buscando la luz, dando la espalda al resto de las idas y venidas de coches y vecinos.

miércoles, 16 de abril de 2008

lupita y su músico Herman (continuará...)

Desde hace más o un mes a Herman le resulta espléndido tocar el clarinete en el garaje, sobre todo los sábados a la mañana. Habitualmente no es madrugador pero lleva unas semanas levantándose sobre las nueve, se viste camisa blanca holgada, un pantalón vaquero negro, organiza sus rizos con sus dedos, y con una taza de café recién hecho en una mano y en la otra el estuche que guarda su clarinete se dirige al garaje a tocar. No tiene formación académica de música, toca de oído. Cuando era niño, en el colegio, tenía una flauta dulce, como si le hubiesen asignado un triángulo o los timbales, pero aprendió los ritmos básicos y a interpretar la escala musical, a identificar las notas. La flauta dulce de color marfil estuvo guardada y casi olvidada en la cómoda de su habitación de adolescente en su casa paterna durante años. Sin embargo fue una de sus cosas que se llevó a salamanca, a su apartamento de estudiante que compartió con dos compañeros y amigos para toda la vida y que fueron sus primeros críticos mordaces de su afición que retomó en esos años por primera vez con entusiasmo. Estudió historia universal acompañándose del sonido plañidero a veces y alegre casi siempre de sus soplidos inexpertos pero si audaces sobre su flauta infantil. Herman tocaba a menudo, incluso llegó a componer pequeñas piezas que sonaban demasiado metálicas, como si fuesen el sonido de fondo de juegos malabares chinos en lugar de las notas envolventes y cálidas que el pretendía. No aspiraba a ser un virtuoso, pero sí a disfrutar con la música que él encontraba dentro de si, en su imaginación o en su alma, donde quiera que habiten las melodías que aún no han sonado. Antes de acabar la carrera y volver a Madrid ya había comprado su primer clarinete, y había descubierto las nociones básicas de su uso y llegó a arrancarle sonidos aceptables y sobre todo a quererlo como se quiere a un nuevo amor o a un camarada, ése iba a ser su instrumento musical. Enmarcó su flauta dulce de niño con un fondo de pentagramas lleno de notas escritas por él y pensadas para el clarinete; de esa manera ligaba para siempre un instrumento con otro. Herman vive ahora en un apartamento alquilado en una calle céntrica de Madrid, es lo máximo que se puede permitir con su trabajo de profesor de historia. Cobró su primer sueldo en setiembre y en octubre ya se había instalado. Durante todo el otoño y parte del invierno tocó sus melodías en su habitación estudio, con la ventana abierta sintiendo el aire fresco de la noche, sintiéndose libre y transportado a lugares sólo habitados por él. Ningún vecino se quejó del ruido, no lo hacía tan mal pensó, y tampoco advirtió que ninguno de ellos se interesase por su imagen de músico descuidado y en pijama tocando melancólicamente a la luna.

viernes, 28 de marzo de 2008

lupita mariposa suspendida

Mujer de lenguaje sin lengua
Mariposa suspendida en la nada
Callar es el verbo de la inmovilidad
es el verbo suspendido en la sombra rosa del silencio