miércoles, 16 de abril de 2008

lupita y su músico Herman (continuará...)

Desde hace más o un mes a Herman le resulta espléndido tocar el clarinete en el garaje, sobre todo los sábados a la mañana. Habitualmente no es madrugador pero lleva unas semanas levantándose sobre las nueve, se viste camisa blanca holgada, un pantalón vaquero negro, organiza sus rizos con sus dedos, y con una taza de café recién hecho en una mano y en la otra el estuche que guarda su clarinete se dirige al garaje a tocar. No tiene formación académica de música, toca de oído. Cuando era niño, en el colegio, tenía una flauta dulce, como si le hubiesen asignado un triángulo o los timbales, pero aprendió los ritmos básicos y a interpretar la escala musical, a identificar las notas. La flauta dulce de color marfil estuvo guardada y casi olvidada en la cómoda de su habitación de adolescente en su casa paterna durante años. Sin embargo fue una de sus cosas que se llevó a salamanca, a su apartamento de estudiante que compartió con dos compañeros y amigos para toda la vida y que fueron sus primeros críticos mordaces de su afición que retomó en esos años por primera vez con entusiasmo. Estudió historia universal acompañándose del sonido plañidero a veces y alegre casi siempre de sus soplidos inexpertos pero si audaces sobre su flauta infantil. Herman tocaba a menudo, incluso llegó a componer pequeñas piezas que sonaban demasiado metálicas, como si fuesen el sonido de fondo de juegos malabares chinos en lugar de las notas envolventes y cálidas que el pretendía. No aspiraba a ser un virtuoso, pero sí a disfrutar con la música que él encontraba dentro de si, en su imaginación o en su alma, donde quiera que habiten las melodías que aún no han sonado. Antes de acabar la carrera y volver a Madrid ya había comprado su primer clarinete, y había descubierto las nociones básicas de su uso y llegó a arrancarle sonidos aceptables y sobre todo a quererlo como se quiere a un nuevo amor o a un camarada, ése iba a ser su instrumento musical. Enmarcó su flauta dulce de niño con un fondo de pentagramas lleno de notas escritas por él y pensadas para el clarinete; de esa manera ligaba para siempre un instrumento con otro. Herman vive ahora en un apartamento alquilado en una calle céntrica de Madrid, es lo máximo que se puede permitir con su trabajo de profesor de historia. Cobró su primer sueldo en setiembre y en octubre ya se había instalado. Durante todo el otoño y parte del invierno tocó sus melodías en su habitación estudio, con la ventana abierta sintiendo el aire fresco de la noche, sintiéndose libre y transportado a lugares sólo habitados por él. Ningún vecino se quejó del ruido, no lo hacía tan mal pensó, y tampoco advirtió que ninguno de ellos se interesase por su imagen de músico descuidado y en pijama tocando melancólicamente a la luna.

6 comentarios:

Edurne dijo...

Pues mucho cuidado con los vecinos, que los hay... para echarlos a los leones y darles de comer aparte... (a los vecinos, no a los leones!)
Y con sólo la Flauta Dulce... nos ha salido así de dulce y clarinetistolisto el amigo? Vaya vaya...
Yo tocaba de "tacto" la guitarra, pero como que no...! Que me echaban de todas partes! Jejeje!

Anónimo dijo...

Bueno, si los vecinos no se quejan será por que no les molesta; ahora, eso sí, me da la impresión de que no le hacen ni puñetero caso.

No sé, ¡cualquiera sabe!
Un saludo.

Maricruz dijo...

Seguro que los vecinos no se enteran porque están viendo la tele. No saben lo que se pierden al no escuchar las dulces melodías que arrullarían sus sueños. Pero se que la luna sale sólo para escucharle arrobada y que ¡vaya usted a saber! igual se enamora del flautista y quiere bajar a darle un beso y prepara una hecatombe y...
Historias de historias, de historias...
¡Qué potitooo..!!!

Maricruz

silvia dijo...

...donde quiera que habiten las melodías que aún no han sonado...

ummmm, bonita imagen! mola


(otro día me engancho a lo de los vecinos, ahora estoy muuuy cansada para pensar algo ingenioso, sorry)

Anónimo dijo...

hay vecinos y vecinos, eso es verdad, ya sé tú suerte con los vecinos gemelillos, pero ¿sabes lo dulce y tierno que suena un clarinete? firmo por un vecino así.
de pequeña tocaba el triángulo, aún está guardado en un cajón en mi habitación de niño pero ni de oido ni de tacto más bien de ocasión.

pobre hermantxu (¿suena a fumanchu?)si no te hacen caso los vecinos toca más fuerte chaval!!! a ver si te escucha fernando.

la luna sí que sabe efectivamente de arrullos y de hecatombes, que las arma buenas, y viene y va renovada cada vez como quien no quiere la cosa.

gracie por gustarte la frase melodiosa aún no sonada y engánchate cuando quieras y como quieras, placer verte por aquí.

sinver dijo...

Aparezco con retraso por estos lares, pero ya dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. Asomo la cabeza al mundo real desde mi mundo laboral interminable y me encuentro a este Herman, que como a muchos, seguro que le gustaría vivir de su afición, esa que hace que su alma vuele libre y su mente se relaje de la locura cotidiana (seguro que en mayor grado que el sueño inquieto que lleva junto a él todas las noches). Da igual que toque bien o mal, o tenga un vecino cabreado a punto de pincharle las ruedas del coche ( si es que tiene; aunque me lo imagino más con una moto de poca cilindrada; una motocicleta de paseo). Lo importante es que mientras suenan esas notas más o menos discordantes disfruta. Un saludo y un beso, blondie de las circunstancias. Te debo una llamada, y una tanda de fotos aburridas e interminables parisinas. Quizás algo más, si mi mente cansada es capaz.